martes, 21 de septiembre de 2010

Martes 21 - Tercer día

Este día de San Mateo nos devolvió a la experiencia de la llamada de Jesús, de hecho una llamada que es una invitación a un banquete, un convite. Como hace Mateo en el evangelio, la llamada es a compartir la vida también con los despreciados de la sociedad. Estamos invitados a participar del banquete del Reino, en cierta medida, a realizar el banquete del Reino


Tras las presentaciones de ayer, la jornada de hoy se ha dedicado de lleno al trabajo del documento del capítulo. La metodología consiste en dialogar en pequeños grupos para después poner en común en asamblea las ideas presentadas. Habrá una comisión de redacción que preparará un documento final que se enviará a todas las comunidades para que sea leído y reflexionado. En cierta medida el documento final es más bien un documento inicial de un período de reflexión sobre la identidad de la Orden que nos llevará al Capítulo General de 2013.

Un elemento importante a no olvidar es que esta reflexión no es sobre "cuál es" nuestra identidad, ya que la conocemos y la hemos estudiado y escrito en decenas de libros. No, la reflexión es cómo expresar hoy esta identidad y como hacerlo aquí, donde aquí supone cada uno de los lugares en los que la Orden se hace presente.

Por eso la primera parte de la reflexión que nos ha llevado toda la mañana, ha girado en torno a la realidad de la comunidad local. Se ha vuelto a repetir la acertadísima expresión de Theodore Tack: "La comunidad es el primer apostolado" y se han hecho profundas e ilusionantes reflexiones sobre la capacidad de nuestras comunidades de ser un signo de unidad en un mundo que proclama la división. [Quizás volvamos a incluir la frase de marras en las Constituciones.... ]

En esta línea de ser signo de unidad, se nos ha recordado cómo la Provincia de Nigeria ha hecho la opción de aceptar candidatos de distintas regiones y tribus, lo que supone un signo en un país marcado por diferencias étnicas importantes.

La tarde tenía una reflexión centrada en la dimensión universal de la Orden, una característica esencial y novedosa a las órdenes mendicantes en el momento de su fundación. Se ha reconocido el peso del provincialismo que nos hace "provincianos" y se han recordado momentos en los que hemos levantado muros sobre nuestras regiones y modos de hacer que nos han permitido vivir en ciertas seguridades.

Hay un complejo equilibrio entre la unidad que da la universalidad y la particularidad local, fruto de la inculturación - o más bien encarnación - de la experiencia agustiniana en un lugar concreto, con una cultura, necesidades y personas determinadas. En ocasiones la identidad local ha devorado los elementos de identidad universal y común a toda la Orden, entre los que están los signos externos de identificación (vestimentas, oraciones, santos, tradiciones,...). Pero por encima de ellos está el signo identificativo que manifiesta la forma particular como la experiencia de Cristo Resucitado se encarna en la vida de la Orden y se traduce en una forma particular de buscar a Dios, de escuchar y enseñar la Palabra, de comaprtir la vida con el necesitado y el prójimo. La forma peculiar de vivir el evangelio en nuestra tradicion - que englobamos con el término "espiritualidad agustiniana" - mantiene un núcleo común aunque se adapte a situación concretas.

Locales y Universales. Quizás en un tiempo hemos subrayado la experiencia local y la subsidiariedad e independencia de las regiones e incluso de las casas. Ahora llega el momento de recuperar la dimensión universal, encontrando formas nuevas de mostrar que la Comunidad a la que pertenecemos no es la local ni la provincial, sino que nuestra pertenencia es a una Orden y que, por tanto, el destino de cada comunidad está intrínsecametne ligado al de otras. Es necesario encontrar modos de expresar esta unidad por encima de las barreras.

Algunas frases de la tarde:
- "queriendo seguir más íntimamente a Cristo" es el origen del impulso que nos lleva a vivir juntos, a buscar a Dios juntos y a predicar el evangelio juntos.
- "el pasado debe ser un trampolín y no un sofá"
- "algunos institutos confunden unidad y uniformidad"
- "cuando se dan pasos en estructuras de colaboración hay que cerrar la puerta detrás", en referencia a algunos casos en los que, tras unos pasos de colaboración, algunos han decidido volverse atrás.











Si miras de nuevo las fotos es posible que te fijes en algo peculilar..... efectivamente, en la sesión de la tarde los Hermanos nos pusimos el hábito, de color negro o blanco, como es costumbre en al Orden. Quizás eso de que "es costumbre" se podía discutir. Pero el gesto ha sido de unidad, de obediencia y de autoridad. Explico el porqué.

En uno de los momentos del día, hablando sobre el equilibrio entre la universalidad y la particularidad local, alguien que se echa en falta a veces una autoridad mayor por parte del General: "debemos dar más autoridad al General" creo que fue la expresión. Los expertos en derecho nos explicaron en los pasillos que al General no se le puede dar más autoridad jurídica que la que tienen que es prácticamente toda.

¿Entonces? Entonces, existe otro modo de dar autoridad. Y de forma clara hemos tenido un ejemplo esta tarde. El cardenal de Manila, su eminencia Gaudencio Gonzalez, había aceptado nuestra invitación de compartir un momento de oración con el Capítulo. Por ese motivo el P. General indicó que trajéramos el hábito, y todos aceptamos su indicación y nos pusimos el hábito para rezar. Con completa normalidad.
Quizás no se vea aquí ni obediencia, ni autoridad, ni se considere que el gesto de unidad sea tan significativo. Si vivierais la situación de una asamblea en la que cuatro o tres o dos llevan el hábito y los demás visten de calle, comprenderíais que el gesto de unidad queda más patente cuando el gesto lo hacen todos. Recibíamos al obispo de la región y una forma solemne - o formal - de encontrarnos con él era usando un signo por el que se nos reconoce, y que en esta región se usa bastante. El P.General es el presidente del Capítulo, es el que coordina y considera que lo apropiado es usar el hábito. Por supuesto que es discutible y que se podría haber generado un debate y una votación sobre la necesidad o no, sabiendo que el hábito no es más que un signo externo que no define la consagración, aunque sí es cierto que la indica. Otra opción es apoyar el criterio de quien tiene la responsabilidad de organizar la asamblea, adaptar nuestro criterio al suyo, en algo que no era esencial, que requería una reacción rápida en el tiempo.

Ese gesto de acompañar su intuición o su criterio es un gesto de obediencia. No porque se haga algo que desagrada o algo que se tenga que hacer, sino porque se es solidario con quien tiene la responsabilidad, se confía en su criterio y se eapoya. Evidentemente, si fuera cuestión más seria, habríamos hecho un discernimiento, una reflexión. Pero usar o no el hábito no puede requerir el esfuerzo de cerrar una casa o abrir una misión.

El hecho de ofrecer confianza, de realizar un gesto en el que se apoya una idea o una decisión es también dotar de autoridad a la persona responsable.

Ha sido un gesto quizás demasiado simple, de poquísimo esfuerzo, pero que lleva dentro la dinámica poderosa de la obediencia y la autoridad. Realizar gestos concretos que expresan la confianza en el criterio y la intuición de la persona responsable, su apoyo práctico. En definitiva es querer a quien tiene una tarea, quererle bien y acompañarle en el desempeño de la misma,

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿de que otra forma se podría recibir al Cardenal de Manila en un encuentro de oración?.
Estoy un poco impresionada y sorprendida, y me parece muy interesante tu "discurso" final,aún poniendo de relieve que no hacemos la misma traducción de la palabra obediencia.Un beso