jueves, 16 de septiembre de 2010

Todo gran viaje empieza con un pequeño paso...

Escribo esta entrada a cerca de 10.000 metros de altura, en el primero de los vuelos que me llevarán a vivir la apasionante aventura del Capítulo General Intermedio 2010.

En el blog, como hice en el 2007, trataré de contar lo que vaya sucediendo. Siempre desde mi óptica, siempre desde mi particular percepción. No es ni oficial ni tan sólo oficioso. Son tan sólo las impresiones de un testigo de lo que sucede.

¿Cómo ha empezado mi viaje? Lo primero con una inmensa ilusión y algo de emotivo respeto sagrado. El monasterio donde vivo, La Vid, no sólo es el corazón espiritual de los Hermanos de la Provincia de España, sino que fue durante mucho tiempo la cuna de misioneros a Filipinas. Cuentan los antiguos que la razón por la que los frailes acabaron siendo monjes era porque el lugar era muy adecuado para preparar a los futuros misioneros, porque estaba junto a la línea de tres que unía la casa madre de Valladolid con el mar desde donde se viajaba por barco hasta las tierras del otro lado del mundo.


Mi viaje va a ser mucho más breve en tiempo y en regreso - o al menos eso espero - pero había una profunda reverencia al preparar los detalles del viaje. Así que, justo antes de ponerme en marcha, con la maleta lista y la cintura ceñida, con el bastón en la mano y las sandalias en los pies, me he acercado a toda prisa a la iglesia del monasterio y allí, en silencio, he murmurado una oración sobre la tumba del P. Celestino Mayordomo, que vino de Filipinas para asentarse en la Vid, y le he encomendado mi "tornaviaje".






Después me he quedado muy calladito ante la mirada atenta de la Señora del Monasterio y he dejado que la serena sonrisa de María abrace los proyectos para estos días, y a ella, a la Madre, la de la Vid le he encomendado la tarea que los Hemanos realizarán en Filipinas y que trataré de traducir con el mayor de mis esfuerzos.

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